Acabo de ver en el Noticiero Nacional de Televisión la segunda parte de la serie de Razones de Cuba sobre los medios independientes cubanos. Por supuesto, casi todos los medios independientes cubanos fueron presentados como instrumentos de las intenciones subversivas del gobierno de Estados Unidos con respecto al régimen cubano: El Estornudo, Periodismo de Barrio, El Toque, Rialta, Tremenda Nota, CiberCuba, Cubanet, 14yMedio, Diario de Cuba, ADN, Yuca Byte...
En esta ocasión, aparecieron algunos periodistas hablando. Sus parlamentos, maliciosamente elegidos, fueron extraídos tanto de presentaciones públicas como de interrogatorios, que al parecer fueron grabados sin el consentimiento de la persona interrogada.
También aparecieron cinco fuentes especializadas, dos de las cuales conozco. Una me dio clases de metodología de la investigación cuando estudiaba Periodismo en la Universidad de La Habana. Con la otra coincidí en un viaje que hice a El Salvador en 2015.
Me pregunto qué pensará mi profesora al ver a tantos estudiantes suyos trabajando en medios independientes, si creerá que nos descarriamos. Para mí gran parte del periodismo independiente es, en alguna medida, resultado de lo que muchos de nosotros aprendimos y vivimos en las universidades; de la posibilidad que tuvimos de conocer la censura en los medios desde bien temprano y de tantas lecturas que buscaban crear un pensamiento crítico y liberador.
Yo, al igual que tantos otros periodistas independientes que no quisieron seguir una carrera académica o pedagógica, intenté primero hacer un periodismo decente, digno, desde el sistema de prensa estatal partidista. Creí que bastaba con ponerle ganas, que el sistema podía cambiar, que los periodistas podrían en algún momento tomar decisiones editoriales sin contar con funcionarios del Partido Comunista de Cuba. Así de ingenua era cuando me gradué en 2012.
Si en 2015 empecé a trabajar en Periodismo de Barrio no fue en busca de un mejor salario sino de libertad. En Periodismo de Barrio tuvimos que trabajar en varios momentos sin cobrar o sin fondos para cubrir gastos de producción y no paramos. El Estornudo también se levantó básicamente con pura vocación por el periodismo.
Que tantos periodistas independientes residan hoy fuera de Cuba es un hecho que revela, sobre todo, que no están a salvo de la misma precariedad que ha generado la emigración de millones de cubanos desde los años sesenta. Ser periodista independiente en Cuba no es un privilegio. Es una cruz.
Toca hacer tu trabajo y defender tu derecho a hacer tu trabajo, enfrentar la escasez de productos de primera necesidad y la ineficiencia del transporte público, arriesgarse a ir a prisión el día menos pensado y a que te agarre un derrumbe en una cobertura y a que te agredan las fuentes que no quieren que saques algo a la luz. No hay manera de reportar en Cuba -que no es refritar noticias, que no es apenas opinar- si no sientes vocación por tu trabajo.
Eso no lo entenderán nunca quienes atacan hoy al periodismo independiente desde los principales medios estatales de Cuba. Nunca entenderán por qué tanta gente en Cuba nos busca para que contemos sus historias, por qué los ataques desde la oficialidad se traducen casi de inmediato en un aumento de los seguidores y lectores.
Los medios estatales tienen tan dañada su credibilidad, desde antes de que existieran todos los medios independientes que han referido en los últimos días, que cuando dicen que algo es azul la gente asume que es verde. No se dan cuenta de que la única oportunidad que tienen de competir con los medios independientes es usando todos sus recursos materiales y humanos para producir periodismo.
Su credibilidad no la van a recuperar hablando mal de los medios independientes y poniendo águilas y tergiversando declaraciones sino con rigor, con profesionalismo, con trabajo duro. La credibilidad que han construido Periodismo de Barrio, El Estornudo, El Toque o Rialta, que son los medios en los que he trabajado, no la echarán por tierra ni dos, ni tres, ni cien programas de Razones de Cuba. Porque sus publicaciones se defienden solas. Ahí está su trabajo.
Les voy a dejar un consejo a quienes están dirigiendo la campaña difamatoria: ahorren ese tiempo, ahorren esas horas de electricidad, ahorren esas energías, e inviértanlas en hacer periodismo. Yo estuve casi tres años yendo a San Miguel del Padrón a investigar un caso de envenenamiento por plomo y nunca ahí apareció un solo periodista de un medio estatal, con la honrosa excepción de Leslie Salgado, que hizo un reportaje para Canal Habana como en 2008.
En casi todos los sitios en los que yo he encontrado historias, sus protagonistas han intentado antes contactar con medios estatales o con sus periodistas y en la mayoría de los casos no han recibido ni una respuesta. Y he visto las cartas y los mensajes por Messenger. Cuba está llena de historias que necesitan cobertura. Pero cobertura seria, sin propaganda. A quien le interesa la verdad, va y la busca.
Este texto fue reproducido íntegramente de la página de Facebook de Mónica Baró, con autorización de la autora.
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