Alpidio Alonso y los fanáticos del manotazo

Tenga la seguridad: de ese ejército de palmeros que lo mantean por su violencia saldrá su sustituto. Usted no será eterno, pero su guantazo sí. Si lo mandaron, lo quemaron. Si lo hizo usted solito, peor porque significa que a usted no lo mataron sino que usted solo se murió.


Este artículo es de hace 3 años

El ministro de Cultura de Cuba, Alpidio Alonso, lleva dos días agarrado al cargo como el caracol a su casa. Debería haber sido cesado inmediatamente después de que asestara un manotazo a un joven que le grababa con su teléfono en una protesta pacífica a las afueras del Ministerio de Cultura en La Habana.

Quien no tiene temple para aguantar reclamos de los ciudadanos, no vale para la política. Por eso, dimita o no, Alpidio Alonso, el de la cultura del manotazo, es ya un cadáver político. Su pecado: confundir el MINCULT con la Sala Kid Chocolate.


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Fiel a la tradición castrista, un grupo de intelectuales y de militantes del PCC, muchos de ellos con cargos en instituciones públicas en la Isla, ha salido a defender la violencia del ministro Alonso. Es absurdo defender lo indefendible sólo por no dar el brazo a torcer. Los tiempos en que los ideales se defendían a plomo limpio pertenecen al pasado. Ya es hora de que lo asuman.

El mundo civilizado no admite a estas alturas ese tipo de declaraciones de guerra. La ciudadanía quiere vivir en paz; en un país próspero, donde haya empleo, donde se creen riquezas; servicios sociales dignos y se respeten los derechos y libertades civiles, sociales y políticos de la gente. Cambien, el chip. Están anclados a una época que, por el bien de la humanidad, no queremos que vuelva.

Los mismos comunistas que piden el fin del embargo comercial de Estados Unidos a Cuba; los mismos que critican la inclusión de Cuba en la lista estadounidense de países patrocinadores del terrorismo, celebran ahora el manotazo violento de un ministro de Cultura poseído por un macho alfa. Son los palmeros de la violencia. Los papagayos del "machete, machete, que son poquitos". No tiene sentido.

Hay en nuestro país una parte de la intelectualidad que es retrógrada y que necesita la guerra para que el verbo fluya. Lo entiendo. Para quien ha sido educado en la violencia y no conoce las mieles de la democracia, el respeto a la diferencia es como un grano en el culo. No saben vivir en paz. Les molesta que alguien disienta, que no quiera seguir como está y que lo manifieste. Su antídoto: colgarle la pancarta de "mercenarios", "terroristas" o "gusanos". La cultura del manotazo es, cómo no, la cultura del odio.

Mire usted, un ministro que ataca a uno de sus ciudadanos no es un servidor público. A la política se viene a dialogar, a negociar, pero nunca a imponer ni a violentar situaciones. Si usted no está capacitado para hablar, váyase a su casa y deje paso a gente con ganas de consenso, de encontrar lugares comunes que nos garanticen la paz social.

Respeto a quienes cuestionan a los jóvenes que estaban protestando frente al MINCULT. Tienen todo el derecho del mundo a pensar como piensan, pero no comparto sus argumentos.

Quienes se plantaron frente al MINCULT fueron a protestar por el asedio y detención continua a la que son sometidos periodistas, activistas, artistas y cubanos anónimos que no piensan como los dirigentes del Partido Comunista. ¿Por qué plantarse frente al MINCULT es un asedio inaceptable y hacerlo frente a la casa de activistas y artistas y no dejarlos salir sin orden judicial es permisible?

El problema de verdad, cubanos, es que estamos gastando más gasolina en patrullas de Policía que en ambulancias. El problema es que en estos momentos la gestión del coronavirus está siendo un puñetero desastre y no tenemos hospitales en condiciones para hacer frente a la brutalidad de la pandemia. El problema es que no sabemos las cifras reales de muertos de Covid en Cuba.

Ese es un problema mayúsculo que se suma a la escasez de comida; a la carestía de la vida y ahora, a la represión a manotazo limpio de las ideas que cuestionan la incapacidad del PCC para darnos una vida digna y un país en el que quepamos todos los cubanos.

Alpidio Alonso, si quiere, puede seguir escribiendo poemas. No hace falta que sean buenos, mejores o peores. Pasará a la historia por ser el ministro del manotazo. Nadie hablará de su obra, si es que alguien tenía intención de hacerlo.

Pero él no dimite ni lo cesan. Los halagos y las palmaditas en la espalda le han nublado la vista a él y a Díaz-Canel. Piénselo, Alonso: los palmeros están para batir palmas. No se fíe de ninguno. Cualquiera de ellos, y usted lo sabe, está deseando ocupar su puesto.

Díaz-Canel aguantará la presión mediática y retendrá a un ministro desgastado y quemado. Lo hará porque en Cuba no hay cultura de la regeneración política. Los comunistas no saben lo que es la higiene democrática. Cuba es de ellos y de sus familias. Y al que no le gusta, se le da un manotazo, se le mete a la fuerza en una guagua y luego se le formatea el teléfono. Y san-se-acabó.

Los comunistas han hecho de Cuba un solar violento. Son agresivos y no logran disimularlo. Han hecho piña para jalear la violencia, de la misma manera que jalean a los racistas; que amparan a los homófobos y a los acosadores. La continuidad de Díaz-Canel está dinamitando la convivencia en nuestro país.

El mensaje que el ministro Alonso envía con su manotazo es claro: si a usted no le gusta lo que hace su vecino, atáquelo. Si a usted no le gusta cómo le mira su compañero de trabajo, agrédalo. Si a usted no le gusta cómo piensa el que viaja a su lado en la guagua, láncele un sopla-mocos, que no pasa nada. Éste es un país violento. Da igual.

Señor ministro, váyase a su casa. Estamos convencidos de que no ha sido un arranque de ira coyuntural. Usted es un ser violento. Pero es, además, el retrato de la gente que le aúpa. Es la forma que tiene el PCC de hacer política. Es su seña de identidad. Represión, acoso y palos. Es su manual de estilo.

Tenga la seguridad, Alpidio Alonso, que de ese ejército de palmeros que lo mantean por su manotazo, saldrá su sustituto. Usted no será eterno, pero su guantazo sí. Es un patinazo inadmisible. Si lo mandaron, lo quemaron. Si lo hizo usted solito, peor porque significa que a usted no lo mataron sino que usted solo se murió.

Si hay algún comunista honesto en Cuba, sabe que usted no merece representar a los artistas cubanos. El Ministerio de Cultura le queda grande.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Tania Costa

(La Habana, 1973) vive en España. Ha dirigido el periódico español El Faro de Melilla y FaroTV Melilla. Fue jefa de la edición murciana de 20 minutos y asesora de Comunicación de la Vicepresidencia del Gobierno de Murcia (España)


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