Desterrando a Anamely Ramos, el tardocastrismo acaba de reafirmar su creciente torpeza política, creyendo que el mundo estaría entretenido en el conflicto de Ucrania, sin tiempo para reparar en su penúltima salvajada; que engorda su supremacía mundial en destierros, incluido Ernesto Guevara.
El miedo, la pasión pirómana del tardocastrismo y su errónea lectura del tablero mundial provocan comportamientos suicidas en la dictadura más antigua y desprestigiada de Occidente; de espaldas a la realidad de Cuba y creída que desterrando y reprimiendo saldrá del apuro estructural que acabará sepultándola.
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El castrismo ostenta el triste e inservible récord mundial en destierros, que alcanzó a Ernesto Guevara por su beligerancia antisoviética y promaoísta, pero luego la historia dio la razón al Che porque la URSS se desmerengó y China cambio de palo pa rumba con aquel gato cazaratones de Deng Xiao Ping.
Hasta después de muerto somos útiles, especialmente para la mitología propagandística, pero la bajada de ventanilla a Guevara, desterrado primero en el Congo y luego inmolado en Bolivia, reforzó una senda de transterrados forzosos que pica y se extiende en la plural geografía cubana, fruto del totalitarismo exterminador del máximo líder, que no dudó en fusilar, encarcelar y expatriar a compañeros de viaje.
Las cautelosas reformas, sin tocar la base totalitaria del régimen, ya las hizo Fidel Castro, tras el Maleconazo (1994) y Raúl las profundizó ante el embullo Obama; asi que sus herederos están ante la disyuntiva de renovar estructuralmente o morir matando.
Estados Unidos está marcando la pauta democrática con conteos de protección a La Habana, por cada acto ilegítimo y desesperado y su absurda negativa a dialogar con el pueblo cubano, legalizar el goce de la discrepancia y abandonar toda tentación de monólogo totalitario, que tan magros resultados ha dado en los últimos 60 años.
La alcaldesa del condado de Miami-Dade, la demócrata Daniella Levine Cava, mostró reflejos políticos acudiendo a encontrarse con la desterrada en el simbólico restaurante Versailles, y twitteó: "La artista cubana Anamely Ramos merece el derecho de regresar a casa y denunciar los abusos a los derechos humanos que ocurren en Cuba".
La izquierda no sectaria ha incorporado los derechos humanos y la ecología en su ideario político y no ve con buenos ojos que La Habana atropelle a jóvenes nacidos dentro de la revolución, que se oponen al tardocastrismo solo con ideas y persuadidos de que una Cuba diferente es imprescindible.
La total dependencia extranjera de Cuba, incluida la solidaria emigración, aconseja prudencia y sensatez, justo lo contrario de las prácticas temerarias del tardocastrismo, que sigue empeñado en que el resto del mundo está equivocado, confundido o miamizado; triste ironía de los jineteros de remesas y recargas.
Cuando Fidel Castro advirtió que revolución es tener sentido del momento histórico, el presidente Miguel Díaz-Canel y comparsa estaban en Júpiter; cuando el comandante en jefe pifió encarcelando a los 75 -luego desterrados a España- creyendo aprovechar la segunda invasión norteamericana a Irak, los actuales burócratas estaban en Saturno.
Los movimientos San Isidro, 27 N, el 11J y Archipiélago han desquiciado de tal manera a la casta verde oliva y enguayaberada que no consigue dar libertad, pan y justicia y cada vez genera más dudas entre sus interlocutores foráneos; incluidos los que fingen adhesión para pasear La Habana mísera en Mercedes Benz; mientras llaman a la resistencia antiimperialista.
Díaz-Canel y López-Calleja son liberticidas asustados, sin un modelo de país y carentes de una estrategia para sacar a Cuba del atolladero donde la han metido, con sus piruetas de Peter Pan y su desprecio zarista al peligro que los rodea, por la creciente ira popular, agravada con más de mil presos políticos, la mayoría jóvenes y algunos menores de edad y el reciente rosario de desterrados.
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