Documento inédito: Raúl Castro y Nikita Jrushchov sellaron el destino de Cuba en 1960

Con la revelación del texto de la entrevista sostenida entre Castro y Jruschov en Moscú el 18 de julio de 1960 se viene abajo el argumento de que la revolución cubana sobrevino por obra y desgracia del Kremlin y la KGB a través de su agente Fidel Castro.

Raúl Castro y Nikita Jruschov durante la reunión en Moscú, el el 18 de julio de 1960. © Archivo Estatal de la Federación Rusa (GARF).
Raúl Castro y Nikita Jruschov durante la reunión en Moscú, el el 18 de julio de 1960. Foto © Archivo Estatal de la Federación Rusa (GARF).

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Este artículo es de hace 2 años

En vísperas de los primeros 60 años de la Crisis de los Misiles de octubre de 1962, la organización no gubernamental Archivo de Seguridad Nacional acaba de sacar a la luz pública la transcripción de la primera reunión de Raúl Castro con Nikita Jrushchov, el 18 de julio de 1960 en Moscú, que constaba inédita en el Archivo Estatal de la Federación Rusa, y que pone en justa perspectiva histórica el caso cubano y sus relaciones con las dos grandes potencias de la Guerra Fría.

Con la revelación del documento se viene abajo, por enésima vez, el argumento sostenido por algunos historiadores y activistas del exilio de que ese fenómeno denominado revolución cubana sobrevino por obra y desgracia del Kremlin y/o la KGB a través de su agente Fidel Castro.


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La traducción al inglés por Svetlana Savranskaya revela que ni Fidel ni Raúl Castro no sabían cómo la Unión Soviética garantizaría la defensa prometida en caso de intervención militar de Estados Unidos en Cuba ni Jrushchov se dignó a aclararlo.

¿Eran hombres soviéticos?

Tal ignorancia y la solicitud expresa por Raúl Castro de detalles acerca de cómo la URSS protegería a Cuba demuestran que los hermanos Castro no eran peones de Moscú en la Sierra Maestra. De haberlo sido, el plan de defensa debió estar bien detallado antes de 1960 y Jrushchov hubiera dado cumplida respuesta a Raúl Castro.

Sin embargo, Jrushchov anduvo por las ramas y con suma cautela: “Trataremos de hacer todo lo posible para impedir la intervención de EE. UU. contra Cuba, pero no queremos guerra (…) [Ustedes] deben refrenarse de manera que no se dejen provocar”.

Al clausurar el Congreso de Maestros de la URSS, el 9 de julio de 1960, Jrushchov había sostenido que “los artilleros soviéticos podrían apoyar al pueblo cubano si las fuerzas agresivas en el Pentágono se atrevieran a iniciar una intervención contra Cuba”. Fidel Castro había ordenado a Raúl que precisara con Jrushchov cómo sería la cosa, pero no dio detalles y sugirió que fingiera dar crédito a la respuesta de Washington a Moscú: que EE. UU. no tenía planes de atacar a Cuba, con el propósito de insistir en ella y atraer la atención del resto del mundo para rebajar las ínfulas belicosas del vecino del Norte.

Es sabido que, por el contrario, Fidel tachó de falsedad aquella respuesta de Washington y el Pentágono delegó la intervención en la CIA, que a su vez tuvo la ocurrencia de planear una operación encubierta contra Castro que no podía encubrirse. Y antes que títeres de Moscú, los hermanos Castro parecen más bien haberse aprovechado de los soviéticos.

Así se templó el acero

Al visitar Cuba el viceministro primero de la URSS, Anastás Mikoyán, Fidel urdió llevárselo de pesquería a la Ciénaga de Zapata y aquí le tumbó sendos convenios de comercio (ventas de azúcar por cinco años, pagaderas en petróleo, otras mercancías y moneda dura) y de crédito ($100 millones) para el desarrollo industrial y ayuda técnica, que fueron firmados el 13 de febrero de 1960.

Al reunirse con Jrushchov, Raúl siguió la rima agradeciendo la disposición de Moscú a comprar las 700 mil toneladas rebajadas por EE. UU. de la cuota azucarera de Cuba y pidiendo además que la URSS admitiera estudiantes cubanos en carreras técnicas. Así y todo, la visita de Raúl traía su causa eficiente de la importación de armas.

A poco de regresar Mikoyán a Moscú y comentar que Fidel Castro era “igualito que éramos nosotros; por momentos me regresa a mi propia juventud”, Jrushchov envió su primer mensaje personal a Castro, el 15 de marzo de 1960, a través de Alexander Shitov [Alekseyev], quien se había ganado a Fidel luego de aterrizar en La Habana el 1ro de octubre de 1959, disfrazado de corresponsal de TASS y con la misión de plantar la primera rezidentura del KGB en la Isla de Cuba pintoresca para averiguar qué pasaba.

Alekseyev dio a Castro el mensaje verbal de que Cuba tenía entera libertad para comprar armas en Checoslovaquia y, de ser necesario, directamente en la Unión Soviética. El 26 de junio de 1960, Raúl Castro voló a Praga y comenzaría a forjar la cadena de suministros bélicos desde el bloque soviético en la estela de la voladura del vapor francés La Coubre, el 4 de marzo de 1960, que transportabas armas desde Bélgica con destino al Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR).

A Praga fue a verlo Nikolai Leonov, quien siendo ya oficial de la KGB había convencido a Mikoyán de servirle como intérprete en Cuba, luego de enseñarle las fotos que se había tomado con Raúl Castro en el barco Andrea Grittien, donde coincidieron por casualidad el 5 de mayo de 1953. Un mes después, Raúl desembarcó en La Habana y Leonov siguió a México como diplomático para mejorar su español. Ahora en Praga, Leonov pasó a Raúl la invitación personal de Jrushchov para que viajara a Moscú y así lo haría el 17 de julio de 1960.

El torrente de hierro

El 23 de abril de 1959, el Gobierno Revolucionario creó por ley una misión militar permanente en Europa Occidental con ánimo de estudiar los procesos modernos de fabricación e instalación de material bélico y gestionar cómo adquirirlos. Al frente de esta misión, con sede en Francia, fungía el coronel Ramón Barquín, quien renunciaría en agosto de 1960 como consecuencia del corrimiento al rojo del MINFAR.

Tras la victoria de Castro Girón, el Kremlin convino en venderle material bélico por 48.5 millones el 4 de agosto de 1961 y por 149.55 millones más el 30 de septiembre. La deuda se recortaría a 73.55 millones pagaderos en 10 años, con interés anual del 2%, pero acabó siendo cancelada por convenio que el propio Raúl suscribió en Moscú, el 13 de julio de 1962, para asegurar ya el suministro gratuito de armas y municiones a Cuba, incluso misiles que pasarían por delante de las narices del Pentágono y la CIA.

Tras disolverse la Crisis de Octubre o de los Misiles, Castro y Jrushchov concretaron dos convenios militares significativos: el despliegue en la Isla de la brigada motorizada [Campamento 12], acordado el 29 de mayo de 1963, y la instalación del centro de espionaje radioelectrónico [Lourdes] en 1964.

Aquella reunión de Raúl con Jrushchov definió ya el curso de la revolución cubana con su apuesta al peor caballo de tiro de la historia. Sólo que el error histórico trascendental de Fidel Castro: despreciar la condición externa más favorable al desarrollo de Cuba, por arremeter contra los intereses de EE. UU. a partir de la Reforma Agraria, entró en conjunción astral con un error mayúsculo del entonces muy joven exilio cubano: entusiasmarse con la idea de que los americanos iban a sacarnos las castañas del fuego.

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Arnaldo M. Fernández

Abogado y periodista cubano. Miembro del grupo Cuba Demanda en Miami.


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