Al eliminarse este jueves una de las tantas tachaduras innecesarias que plagan los documentos sobre el asesinato de John F. Kennedy en los Archivos Nacionales de Estados Unidos (NARA), una referencia a otro documento ya desclasificado y prácticamente olvidado salió a relucir: el estudio psiquiátrico de la personalidad de Fidel Castro, realizado por la CIA en diciembre de 1961.
Entre otros resultados dignos de análisis, el examen psiquiátrico arrojó cierta relación con deseos e identificaciones “pasivo-feminoides” del entonces flamante líder de la revolución cubana.
Luego del fiasco de Bahía de Cochinos, la obsesión de la CIA con Fidel Castro dio pie a que Bill “Dos Pistolas” Harvey aplicara el programa ZR/RIFLE para matarlo y se emprendiera otro plan de acciones encubiertas (Operación Mangosta) para un cambio de régimen en Cuba.
Ya sabemos que ambos fracasaron, pero cabe valorar si el dictamen de los loqueros de la CIA sobre la personalidad de Castro corrió igual mala suerte por desaprovecharse, si estaban en lo cierto, o no sirvió para nada porque estaban equivocados.
Casos y cosas de Castro
Quizás lo más curioso del dictamen estriba en haber enfocado a Castro como persona más bien pasiva, que se defendía contra las angustias de la pasividad reaccionando con exageración de manera agresiva y sádica.
Los psiquiatras de la CIA apreciaron que, paradójicamente, reaccionar así, evitar la rutina, carecer de organización, ser impulsivo, meter berrinches y tender al masoquismo (incluso con apetito de ser mártir) guardaba relación con identificaciones o deseos “pasivos feminoides”.
Los loqueros de la CIA dictaminaron también que la necesidad compulsiva de siempre estar arriba y nunca someterse a control o autoridad sería otro indicio de angustia de Castro con respecto a la pasividad. Así mismo puntualizaron que:
- Castro no estaba loco [crazy] pero sí muy neurótico, inestable y vulnerable a ciertos tipos de presión psicológica. Las causas determinantes de su neurosis serían la sed de poder y la necesidad de reconocimiento y adulación por las masas. De ninguna otra fuente conseguía plena gratificación emocional.
- Tenía necesidad constante de rebelarse, de buscar un adversario y extender su poder personal mediante la abolición de la autoridad aún vigente. Siempre que la noción que tenía de sí mismo se perturbara, siquiera ligeramente, por la crítica de los demás, Castro se tornaba emocionalmente inestable y llegaba a perder en cierto grado contacto con la realidad.
- Si aspectos significativamente vulnerables de su personalidad eran atacados de manera consistente por las personas a las cuales recurría en busca de aprobación, los resultados podían ser desorganización de su personalidad, inefectividad e incluso trastorno emocional de orden clínico, probablemente algunas variantes de la depresión, por ejemplo: estado de sobrexcitación, adicción o desconfianza creciente al extremo de alejarse de la realidad.
- El talón de Aquiles de Castro era su egoísmo. Las cualidades extremadamente narcisistas de su personalidad eran tan evidentes que sugerían patrones de conducta predecibles tanto en la victoria como en la derrota. Al estar ganando, Castro controlaba por sí mismo la situación sin delegar su autoridad y buscaba nuevos ámbitos donde abolir la autoridad vigente. Pero si encaraba derrota, su primera preocupación estribaba en retirarse estratégicamente adonde poder reagrupar a su gente para liderar personalmente otra rebelión.
- La agresividad de Castro derivaba de sus constantes intentos por alcanzar una posición especial que le había sido denegada. Al conseguir lo que deseaba, Castro necesitaba reafirmar continuamente que ocupaba posición especial por razones justificadas. Antes solía buscar aprobación en varias fuentes, pero al cabo se empeñó en obtenerla de las masas como fuente de poder y prestigio.
- En la medida en que las masas continuaran apoyándolo, Castro no tendría ansiedad, depresión ni otro síntoma psiquiátrico agudo. La amenaza crucial al equilibro de su personalidad era quedar privado de tal fuente de gratificación.
- Otras fuentes de gratificación y de exaltación de su ego serían las relaciones con su hermano Raúl y con el Che Guevara. Hay claros indicios de que Castro guardaba relación de dependencia y condescendencia intelectual con el Che, y su estabilidad emocional se alteraba si este último no mantenía continua actitud positiva hacia él. Por tanto, perturbar esta relación incomodaría a Castro y reduciría su efectividad.
- El patrón consistente de Castro de insistir en deshacer lo que otros hicieron mal, su preocupación por cuidar y nutrir a las masas, su interés por las oportunidades de educación para los menos privilegiados y su deseo de ser reconocido por ellos como hermano benevolente indicaría que hasta cierto punto arrastraba cargos de conciencia. Sus medidas punitivas extremas contra la violación y el robo indicarían también cierta acumulación de culpa inconsciente que podía explotarse con desventaja para él.
- Aunque Castro dependía de las masas para sostenerse, no les tenía real aprecio ni confiaba tanto en ellas como para, por ejemplo, efectuar elecciones. Su clave primordial era mantener el control del poder para sí mismo.
- Castro tenía dotes intelectuales superiores y necesidades insaciables de corte narcisista y exhibicionista. La propaganda enfilada hacia estas características surtiría impacto en él y sería plausible para sus seguidores. Sus inconsistencias obvias y sus notables deficiencias podrían resaltarse mejor de esta manera.
- Castro era un líder revolucionario ideal, agitador, que fomentaba disturbios, pero no tenía capacidad de organización ni de administración, ni preocupación alguna por implementar planes detallados. Además, no confiaba en nadie lo suficiente como para delegarle autoridad.
Los loqueros de la CIA contemplaron la posibilidad de que Castro optara por la destrucción de sí mismo y del pueblo de Cuba a fin de preservar su estatus. Al año siguiente, esta parte del diagnóstico se confirmaría en medio de la Crisis de los Misiles.
La capacidad de autodestrucción sería la base psicológica para que diera continuidad a su revolución más allá del momento en que dejara de ser útil. Una verdadera locura.
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