Han concluido los trigésimos terceros Juegos Olímpicos París 2024; inauguración y clausura emocionantes. Organización y condiciones de la villa olímpica, según informaciones de los que allí estuvieron: nada halagüeñas.
En sentido general, entre los acontecimientos que movieron al mundo deportivo se hallan las cuatro medallas, tres de oro de ese prodigio de gimnasta que es la estadounidense Simone Biles, los cuatro títulos del nadador francés León Marchand, el increíble sexto título de la basquetbolista norteña Diana Taurasi, el doble triunfo de los equipos de baloncesto estadounidense, la victoria de España en fútbol; el récord olímpico, 48 segundos 17 centésimas de Marileidi Paulino, discípula del cubano Yansen Pérez, primera medalla de oro del atletismo femenino dominicano en citas estivales y, por supuesto, tres cubanos en el podio del triple salto y la quinta presea dorada de Mijaín López en los 130 kilos de la lucha greco.
La historia describirá el hecho de que Jordan Díaz por España, Pedro Pablo Pichardo, Portugal (campeón olímpico de Tokio 2020) y Andy Díaz, Italia, lucharon tesoneramente por el título para una bandera que no es la de ellos; frutos los tres de la escuela cubana de triple que salieron en pos de un futuro mejor que, sin dudas, han alcanzado.
En cuanto a Mijaín, ¡qué decir! Se empeñan algunos en ensuciar su grandeza y créanme, no hay política que pueda hacerlo. En medio de la mediocridad en resultados para Cuba en estos Juegos, lugar 32 con apenas nueve preseas, el quinto título de esta leyenda ha irradiado luz sobre un pueblo que fenece por día.
Compartí con Mijaín sus dos primeros éxitos bajo los cinco aros amén de Juegos Panamericanos y entrenamientos y cuando la hora del adiós ya es una realidad, solo deseo que este muchachón siempre sonriente reciba lo que se merece: una vida holgada, feliz, amorosa.
El “Niño” aquel que llegó muy jovencito al seleccionado nacional, si lo desea, pudiera convertirse en un gran entrenador, aunque quizás no tenga macilla que moldear porque al paso que vamos el deporte en Cuba va a pasar a ser una quimera; una nación que exhibirá los genios que siempre nacen, en cualquier época como lo fueron Fonst, Kid Chocolate, Capablanca, Sotomayor, Barrientos, Iván Pedroso, Teófilo Stevenson… ¡Mijaín López!
Aquella tan cacareada pirámide del alto rendimiento, tan eficaz por años, áreas especiales, pre EIDES, EIDES, ESPAS, Centros de Alto Rendimiento… ¡puf! Borrada del horizonte deportivo cubano.
Ha desaparecido aquel fortísimo movimiento de activistas voluntarios, sostenido con el dinero del entonces campo socialista, que a lo largo y ancho de la Isla se esforzaba en buscar talentos que, desde la base, eran pulidos por esos hombres y mujeres y llegaban preparados al alto rendimiento… ¡Eso! Eso no existe.
Recuerdo en mis habituales recorridos por las provincias en pos de los plays off de béisbol, partidos de la Liga Superior de Básquet, torneos Moncada de gimnástica, como a lo largo de la carretera se sucedía terrenos (muy bien cuidados) de béisbol y fútbol, canchas improvisadas de básquet y voleibol, colchones de puro invento de judo y lucha, cuadriláteros sencillos pero útiles para la práctica del boxeo… ¡Ahora no hay nada! Si no hay para comer, ¡qué va a estar pensando mamá y papá en tener un deportista en casa!
Esa y no otra es la cruda realidad. Pero, además, esos genios que siempre van a llegar, ¿qué tienen cuando logran integrar una selección nacional, qué alimentación, qué medicamentos, qué atención a sus familias, que apoyo logístico para que no tengan que ir enganchados en ómnibus ya inexistentes?
¡ESA ES LA REALIDAD… NO OTRA!
¿Lugar 32? En coche, como si estuviésemos en Bayamo… ¿Dos títulos?
Uno anhelado; el otro del último de los boxeadores que clasificó, el eléctrico Erislandy Álvarez, ¡por favor!
¿Hasta las cuántas la verborrea ineficaz que se esgrime en estos casos va a pretender borrar la dura realidad?
Nadie puede imaginar el dolor que me ocasiona que mis deportistas (que lo son y serán por siempre) vivan en pésimas condiciones. Por eso, a los que lucharon por asistir a París y no pudieron; a los que fueron y no pudieron ser finalistas o si lo lograron, a aquellos que subieron al podio…
A mi amado atletismo y al judo que esta vez no alcanzaron sus sitiales de antaño… ¡Gracias por su esfuerzo colosal!
Gracias a Idalys, a Arlenys, a Pupo, a la Cruz, a Arlen que esta vez no pudieron; gracias a los taekwondocas, a las luchadoras y luchadores (la lucha devenida en la insignia de un buque deportivo que poco a poco se ha ido a pique), gracias a esas figuras jóvenes que como la Cooper pueden dar mucho qué hacer si se les atiende como se debe; gracias a esa inmensa pareja del voleibol de playa, Alayo-Díaz que vendió cara su derrota ante la dupla que luego se coronaría monarca en París, los suecos Alman-Helving.
Y claro está, mis parabienes a las decenas de atletas y entrenadores cubanos que han logrado éxitos en otras latitudes, aunque la mayoría de ellos vean su bandera y escuchen su himno.
Juegos Olímpicos ganados por Estados Unidos con China de cerca; juegos que se despiden con momentos históricos, acontecimientos épicos, figuras emblemáticas, entre los cuales sin duda alguna se halla el hombre hazaña, el gran Mijaín López.
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