“Ni aceite, ni café”, dijo la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, a los medios oficialistas que le preguntaron por los productos de la canasta familiar normada que continúan sin ser distribuidos entre los cubanos desde hace meses.
“No tenemos previsto para el mes de septiembre, como no hubo en agosto”, zanjó la ministra designada por el gobierno de la “continuidad” de Miguel Díaz-Canel para pilotar uno de los cambios más trascendentales que, de forma enmascarada, lleva adelante el régimen cubano: la extinción gradual de los subsidios a los pocos alimentos y productos que vende a través de la libreta de abastecimiento.
Entre atrasos más o menos escandalosos de cuotas de arroz, azúcar, aceite, sal, granos y productos de aseo e higiene, el café ha devenido uno de los productos más exóticos para los cubanos, a pesar de haber sido uno de los principales países productores y exportadores.
Introducido su cultivo en Cuba en la segunda mitad del siglo XVIII, la Isla llegó a producir en la década de 1950 más de 60,000 toneladas de café por año. Sin embargo, en 2021 solo cosechó 11,500 toneladas, de las cuales exportó 1,365, según datos oficiales.
Al igual que sucede con la industria azucarera cubana, prácticamente desaparecida, el consumo de azúcar y café en el país depende en buena medida de las importaciones. Cuba, que enseñó a Vietnam a cultivar café, ahora lo importa de allí, una amarga ironía que refleja el colapso de la agricultura y la industria alimentaria bajo el régimen comunista.
En octubre de 2023, ante la escasez de café de la canasta básica, que llegaba a superar atrasos de cinco meses, los cubanos echaron mano de su inventiva para elaborar un nuevo brebaje de sustitución: la infusión de platanillo.
No obstante, el régimen sigue llevando adelante su política de producir café cubano para exportar, llevando nuevas marcas a ferias internacionales y asociándose con empresas extranjeras para penetrar mercados extranjeros donde obtiene cuantiosos beneficios que manejan directivos del sistema empresarial socialista con su habitual opacidad.
En Cuba la población lleva meses de agonía, sin poder disfrutar del café por la libreta, pero el gobierno explica que el “bloqueo” impide la importación de fertilizantes e insumos necesarios para el cultivo de los cafetos. Convertido en artículo de lujo en la Isla, el café nacional se vende en las tiendas MLC a precios desorbitados que no pueden pagar la mayoría de los trabajadores cubanos.
Pero, lejos de informar sobre esta dolorosa realidad, la prensa oficialista cubana se dedica a cantar los “avances” en el cultivo y producción de café nacional, así como sus “éxitos” en los mercados internacionales.
Sin pudor alguno, este viernes, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba dedicó un artículo a glosar el “aroma y sabor” del café de las montañas del Alto Oriente, en Guantánamo, que acaba de ser reconocido con la Denominación de Origen que otorga la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial (OCPI).
“Los atributos naturales de esas montañas atesoran un gran potencial para la obtención de un grano aromático de altísima calidad”, celebró Granma, aplaudiendo los “éxitos” de la Procesadora de Café Asdrúbal López.
¿Llegará ese exquisito café a los hogares cubanos? No; según el citado medio, “el propósito es obtener el llamado Café con Denominación de Origen, mucho más apreciado por clientes que lo persiguen y pagan a precios exclusivos, en ocasiones superiores en decenas de veces a las cotizaciones tradicionales del mercado internacional”.
Para los cubanos que no puedan pagarlo en MLC, el café que podrán degustar (cuando aparezca) será de pésima calidad, como el que denunció una cubana en noviembre del año pasado.
Puede que venga hasta con puntillas, pero eso sí será un café a "prueba de explosión en cafeteras criollas".
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