Abro los ojos y me mantengo en el colchón sin fuerzas. Lo primero que hago es sentarme muy despacio, para beber agua poco a poco y así, coger algo de energía.
Las mañanas eran lo peor, desde la baranda miraba hacia abajo y veía a los demás: algunos despiertos, otros aún dormidos; los que no estaban en huelga estaban más animados, lógico.
Ese día, como a las 11:00 de la mañana aproximadamente, mi madre llegó a la casa. Desde el miércoles que fue secuestrada por los represores de la Seguridad del Estado no había podido ir a la casa de San Isidro porque no se lo permitían.
Ese día llegó sola y me trajo algo de ropa que necesitaba, lo que le permitieron llevar los represores.
Yo conozco muy bien a mi madre, ella jamás utilizaría un taxi amarillo de turismo para moverse por su cuenta. A mí se me ocurrió salir a la puerta y le pregunté:
—¿Y ese taxi? ¿Tú viniste ahí?
—Sí, si no, no hubiera podido llegar aquí; llevo desde temprano en la mañana en eso.
No hablamos más del tema, ella nos contó a todos qué había pasado el miércoles con lujo de detalles y fue exactamente como había dicho yo: cuando hizo la llamada, estaba en altavoz y los agentes escuchando, ellos son predecibles en mucho de su accionar. La enviaron allí pensando que nos iba convencer para dejar la huelga de hambre, pero en vez de eso, se puso a limpiar el baño con ayuda de Yasser Castellanos y a ayudar en todo.
Ese día Adrián Rubio decidió abandonar la huelga de hambre. Mi madre no tuvo que ver en eso. En ese entonces solo tenía 18 años y nunca pensó que podía aguantar tantos días, de hecho, aguantó todo lo que pudo, desde el miércoles hasta el sábado solo bebiendo agua. Siempre que alguno decidía abandonar la huelga, le dábamos ánimos. El esfuerzo era muy grande para todos, decidir hacerlo ya era algo muy heroico porque es una de las formas de lucha pacífica más duras en la historia.
Cuando expones tu propio cuerpo como arma ante las injusticias es que no tienes otras opciones, otra manera de llamar la atención por los actos de personas sin escrúpulos que someten a seres humanos a crueles condenas, para dar escarmientos a otros, que tengan miedo y no exijan sus derechos.
Así pasa en Cuba. Hasta que el pueblo despierte y luche por su libertad seguirá pasando.
Entraron algunos vecinos, y llevaron alimentos a quienes no estaban en huelga. Nos hicimos fotos con ellos, hablamos de cómo estaba la situación fuera de la casa, el ambiente era muy denso para la dictadura.
Mi madre me pudo traer una tarjeta SIM porque el ataque era fulminante con las líneas de teléfono. Los represores tenían un aparato que descubría los números de líneas que teníamos y, en el caso mío, al parecer como tenía un iPhone, les costaba más trabajo descubrir el número; eso hacía que, por lo menos, lo tuviera activo 24 horas. No sabemos cuántas líneas tuvimos que desechar esos días, pero le ganamos la batalla y pudimos transmitir todas las marañas que nos hacían, como la que ocurrió esa noche.
Óscar Casanella supo que su madre venía desde Estados Unidos con la intención de convencerlo para que depusiera la huelga de hambre. También tenía problemas con su esposa porque ella estaba sola en casa al cuidado del hijo de ambos; a pesar de que nunca se ha opuesto al disenso, la situación la tenía bastante tensa y con temor a que le pudiera pasar algo.
Estábamos todos reunidos hablando y, de repente, un hombre llama a Luisma a la puerta, nadie se imaginó lo que iba a pasar.
Minutos después, Luis Manuel cae al piso de espaldas y el hombre lo intenta sacar para afuera. Inmediatamente empecé a transmitir en vivo y los muchachos agarraron a Luisma. Abu cerró la puerta y Esteban valientemente se puso como escudo porque el hombre empezó a dar martillazos para romperla.
Los policías que estaban en la esquina solo miraban. Estuvo más de 10 minutos intentando romper la puerta y los policías observaban; fueron unas personas vestidas de civil los que lo sacaron de ahí.
Fue algo preparado por los agentes de la Seguridad del Estado, de eso no hay dudas.
Enseguida salimos a gritarles a los represores y a condenar a los policías por prestarse para esa bajeza.
Está claro que lo que tenemos en el país no es un gobierno, es una empresa criminal ante la que el pueblo está totalmente desamparado. En otros países dicen qué hay mafias, pero tienen gobiernos; aquí en Cuba la mafia es una sola: el PCC. Les pagan a personas, les ponen uniformes y los obligan a cometer delitos y, si lo denuncias como hacemos nosotros, nos encausan en cualquier invento de los suyos y nos reprimen.
Así funciona Cuba, no te matan de una vez, lo van haciendo poco a poco.
Luisma estaba herido en la frente, tenía sangre en las cejas. Hay que recordar que llevaba tres días en huelga de hambre y sed. Cuando hablaba, por las comisuras se le hacía una espuma blanca a causa de lo seca que tenía la boca; pero contó que la persona que fue a increparlo se dedicaba a vender alcohol ilegal, y fue a decirle que lo que estábamos haciendo le ponía el "pica'o" malo y por eso le entró a botellazos.
Así actúan los delincuentes enviados por los represores, con total impunidad.
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