Muchos habaneros, especialmente los más empobrecidos, están molestos por la escasez de café, que afecta incluso a la cuota racionada de diciembre, aún sin llegar a las bodegas, dijeron a CiberCuba residentes en varios barrios de la capital cubana.
La razón oficial que ha trascendido en La Habana es que el gobierno no ha podido vender el café racionado por falta de materias primas para fabricar los envases, pero los habaneros no creen la versión gubernamental porque podrían venderlo a granel envuelto en papel, como antes, o pedirles a los compradores que lleven un recipiente donde echarlo.
"¡De madre!, hasta dónde desprecian la inteligencia de los cubanos", dijo un vecino de Mantilla, molesto por la excusa del gobierno ante la escasez de café.
Un bodeguero de San Agustín, en La Lisa, confirmó que el café de diciembre no ha llegado a su establecimiento por escasez de envases, según explicaron sus superiores.
Un vecina de Centro Habana aseguró que en la bodega donde compra los mandados racionados tampoco ha llegado el producto y desconfió de la razón esgrimida por el gobierno porque "durante un tiempo, los carniceros del barrio no tenían cuchillos y nosotros llevábamos uno de casa para que nos cortaran la cuota de carne", contó.
El gobierno cubano fijó en cuatro onzas por persona, al mes, la cantidad de café que vende a través de la casi sexagenaria cartilla de racionamiento; que en otras épocas era completada por la venta libre a precio no subvencionado. Pero la crisis económica, agudizada a partir de septiembre de 2019, redujo las opciones de los cubanos a comprar café en las tiendas dolarizadas por decreto o depender de envíos familiares o vendedores privados, que han subido los precios, imitando al gobierno.
Recientemente, el gobierno cubano prorrogó hasta junio de 2022 la libre importación de comida, medicinas y aseo, para contrarrestar la escasez e hiperinflación desatada por la frustrada "Tarea ordenamiento".
La producción de café disminuyó gradualmente en Cuba, a partir de la expropiación de haciendas cafetaleras y la fijación de precios por el estado, que provocó el abandono de buenas tierras y una caída notable de la producción, pese a los esfuerzos gubernamentales por incentivar a los productores, especialmente, los cosecheros de variedades para la exportación.
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