El 27 de noviembre de 2020, pasó a la historia de Cuba como el día que, por primera vez en casi 62 años, un grupo de artistas y escritores, en su inmensa mayoría pertenecientes a instituciones controladas por el Gobierno de Cuba, como la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), se juntaron para reclamar cambios.
Aunque cada uno de los cientos de creadores reunidos frente al Ministerio de Cultura en La Habana fue protagonista de un momento único, el dramaturgo, actor y teatrista holguinero Yunior García Aguilera, fue pieza clave en esta sentada.
El también guionista y realizador audiovisual, a quien luego la maquinaria de difamación a través de la televisión oficialista intentara desacreditar, ha mostrado su obra en escenarios de Cuba, España, Alemania, Inglaterra, Holanda, Argentina y Estados Unidos.
Premio Calendario de Dramaturgia en 2010 y 2014 por sus obras “Semen” y “Pasaporte”, Yunior García también ha recibido otros reconocimientos como el Premio Aire Frío, el Villanueva de la Crítica y mención especial en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (2019).
En esta ocasión, el dramaturgo holguinero conversó con CiberCuba sobre el 27N.
A poco más de un mes del 27 de noviembre, ¿siente que fue importante haber llegado al frente del Ministerio de Cultura en La Habana y que sucediera lo que allí aconteció?
Totalmente. La mayoría de los entendidos coinciden en que fue un acto sin precedentes en la historia reciente de Cuba. En parte, por la masividad, pero también por la capacidad de esa masa para organizarse, ejercer la democracia en plena calle, evitar caudillismo y encontrar objetivos comunes en medio de tanta diversidad. Logramos convocar a figuras relevantes de la cultura, mantener la protesta de manera pacífica, compartir el pan y el agua entre todos, y usar canciones, poemas y aplausos como armas de lucha en medio de un cerco amenazante.
¿Cómo se organizó ese acontecimiento sin precedentes en Cuba?
La noche antes habíamos tenido función de Hembra, mi más reciente estreno en el teatro. Cuando el espectáculo terminó, un grupo pequeño de amigos comentamos con molestia lo sucedido en San Isidro. Luego, sobre un P4 (bus), decidimos encontrarnos al día siguiente frente al Ministerio de Cultura, justo a las once de la mañana. Cada uno de nosotros le avisó a otro par de amigos a través de WhatsApp y creamos un grupo de chat al que llamamos “11 AM”. Acordamos encontrarnos una hora antes, al día siguiente, frente al teatro Trianón.
A las 11 en punto, alrededor de quince artistas llegamos a las puertas del Mincult y pedimos ser atendidos por el ministro de Cultura, Alpidio Alonso. Una asesora fue la encargada de decirnos que él se encontraba en una tele-conferencia y que no podría recibirnos, así que decidimos esperar. Algunos publicaron en Facebook lo que estábamos haciendo. En la primera foto publicada, éramos apenas 24 personas.
Las razones por las que estábamos allí eran muy claras. Fuimos a defender nuestros derechos como artistas y ciudadanos. Fuimos porque veíamos amenazada la dignidad de cada uno de nosotros, fuimos a defender nuestra libertad como creadores y como seres humanos.
El 2020 fue un año hostil en la aplicación de la política cultural, desde la prohibición de un documental en la Muestra Joven, hasta la expulsión de la UNEAC del escritor camagüeyano Pedro Junco. Desde las multas por expresarse en Facebook hasta el retorno de los actos de repudio.
El hostigamiento mediático y policial a los miembros del MSI “Movimiento San Isidro” fue la gota que colmó el vaso. Varios artistas habíamos expresado nuestra inconformidad con el trato que estaban recibiendo, más allá de que simpatizáramos o no con todas sus agendas. Pero la cultura había dejado de ser importante para quienes toman decisiones. Las autoridades escogieron la peor vía para resolver el conflicto: tumbaron las redes sociales y entraron a la fuerza a la sede de los huelguistas en San Isidro, usando el Covid-19 como pretexto.
Creo que no calcularon la creciente solidaridad que existe entre nosotros, ante este tipo de atropellos. Subestimaron el poder de las formas que hoy usamos para comunicarnos. Cometieron el pecado político de subvalorar la cultura, como una de las fuerzas más poderosas dentro de cualquier sociedad. Y nació el 27 de noviembre.
Hay muchas versiones de lo que allí sucedió. ¿A ciencia cierta, qué fue lo que pasó ese día?
Un par de horas más tarde después de nuestra llegada a la sede del ministerio, el ministro continuaba sin aparecer. Nunca lo hizo. El grupo comenzó a multiplicarse, y entonces llegaron la prensa internacional y algunos periodistas independientes. Agentes de la Seguridad del Estado empezaron a congregarse en ambas esquinas de la calle y algunos se ubicaron más próximos. Luego aparecieron policías y militares uniformados.
Una patrulla con cámaras en el techo pasaba junto a nosotros, muy despacio, filmándolo todo. Muchos nos preguntábamos qué hubiera pasado si no hubieran estado allí las cámaras de las agencias de prensa acreditadas en Cuba. Se hablaba de guaguas repletas de las tristemente célebres Brigadas de Respuesta Rápida que descargaban a su gente en la avenida Paseo.
Pero el grupo nuestro no paraba de crecer y ya éramos más de un centenar. Entonces el viceministro Fernando Rojas, quien también es el presidente del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, me llamó al celular, y comenzaron las negociaciones para el diálogo. Cada aspecto de la negociación se trató de forma pública con los plantados y las decisiones se fueron tomando por consenso. El resto de la historia es ya conocida.
¿A su juicio, dónde radica lo diferente del plantón del 27 de noviembre con célebres intervenciones de artistas e intelectuales en otros espacios, reuniones o congresos?
En otros momentos de nuestra historia reciente han logrado disolver los conflictos culturales apelando a nuestro ego. Se acercan, te ofrecen la solución a algún problema específico, te facilitan la sede, o el libro, o el disco y logran regresarte al estado de calma. La estrategia ha sido siempre minimizar la demanda grupal, facilitar la catarsis sin plantear soluciones concretas y castigar severamente a los más díscolos hasta obligarlos a abandonar el país, o reducirlos a no-personas. Para ello emplean el viejo método de asesinar tu reputación.
Pero, hoy los jóvenes tenemos un espectro más amplio. Algunos hemos podido conocer otras realidades. Existen otras formas de empleo y hemos encontrado nuevas maneras de lograr nuestros proyectos. El miedo, aquel del que Virgilio Piñera habló una vez, se ha ido llenando de coraje. Hoy es mucho más difícil sobornarnos con palmaditas en el hombro o regalías.
¿Del 27 de noviembre hasta aquí ha sucedido algo que haya satisfecho la agenda que ustedes conformaron en aquel intento de diálogo?
Ha habido reuniones entre las instituciones y artistas. Aquellas demandas que presentamos frente al Mincult se han multiplicado por más y han intentado seleccionar cuidadosamente a los participantes. Esas reuniones, obviamente, no son el diálogo que esperamos. Son como los congresos habituales: rondas de catarsis y promesas, cuartos de desahogo, muro de lamentos, piedra de Sísifo, déjà vu. El diálogo real debe ser horizontal y transformador, debe contar con observadores y garantes, debe contribuir a cambios concretos, no a ofrecimientos vacíos.
Como joven intelectual que se plantó el 27 de noviembre a reclamar libertades, ¿crees que al régimen le interesa sostener algún diálogo con quienes piensan distinto o le proponen grandes cambios significativos?
Hablar de un Estado Socialista de Derecho en Cuba es un eufemismo. Es como llamarle “Período Especial” a la crisis de los noventa, o “Tarea Ordenamiento” a la tremenda inflación que se aproxima. En Cuba vivimos en la práctica un capitalismo de Estado con un Partido Único, algo que contradice toda lógica democrática. La Constitución es ignorada con absoluto descaro.
Las Instituciones que deben velar por el cumplimiento de las leyes, se enfrentan a diario a un esquema que continúa siendo excesivamente vertical, contradictorio y repleto de trabas. La burocracia crece y se empodera, pero son mediocres. Lo quieren todo y están dispuestos a todo. No son capaces de renovar lenguajes o discursos y vuelven a la misma retórica de siempre. Quieren hacer creer que todo el que se opone a ellos es “pagado por el imperio”, una mentira que cada vez tiene menos efecto en la gente de a pie. Aquel funcionariado autocrático que advertía Martí, es hoy una realidad lamentable y creciente.
Esos son los que hoy dirigen una feroz campaña contra todo aquel que se atreve a disentir y lo llaman mercenario. La palabra mercenario implica tres nociones: participar como soldado en un ejército, carecer de ideología y recibir un pago por ese servicio. Habría que ver quiénes son los verdaderos mercenarios en esta historia.
Un gobierno que necesita crear miles de cuentas falsas para recibir apoyo en las redes sociales no puede sentirse orgulloso. Una prensa que traiciona al periodismo serio acudiendo a la manipulación burda y a la propaganda simplista no merece una pizca de credibilidad. Un aparato policial que llama terroristas a artistas probadamente pacíficos, y que les impide salir de sus casas, ¿en qué se diferencia de los esbirros de otros tiempos?
No pocas veces ha alzado su voz en contra del embargo del Gobierno de los Estados Unidos a Cuba...
El embargo es una política absurda. Porque afecta directamente a la familia cubana. Sirve para justificar ineficiencias internas, motiva la solidaridad internacional y contribuye a victimizar a un Gobierno que, en el fondo, continúa gozando de todos sus privilegios. Lo he dicho varias veces. El poder en Cuba necesita toneladas de excusas, y Trump fue, en ese renglón, su principal aliado. Esto puede molestar a algunos, pero es lo que pienso. Mientras la gente siga entretenida resolviendo un rollo de papel higiénico, un jabón o un paquete de detergente, no tendrán tiempo para pensar en conceptos profundos como libertad, derechos, democracia... El hambre obliga al hombre a poner la luz corta y mirar solo un par de metros hacia el futuro.
Justo a poco más de un mes del 27 de noviembre lanzó a las redes sociales el hashtag #Estoysentadoenelcontendelbarrio ¿Por qué este nombre?, ¿Qué es lo que busca? ¿Qué debe seguir ahora?
No puedo hablar en nombre de todos los que conforman el 27N. Somos un grupo felizmente plural y nuestras decisiones jamás se toman de manera unánime. Cada cual es libre de impulsar iniciativas. Por mi parte quise convocar a un grupo de actores para recordar el primer mes del 27N. Quisimos hacerlo rememorando uno de los temas que cantamos aquella noche frente al ministerio, la canción Memorias, de Carlos Varela. Una de sus frases, “estoy sentado en el contén del barrio”, nos pareció perfecta para recordar que seguimos aquí, que nada ha cambiado y que nuestros sueños y objetivos continúan intactos.
Para mi sorpresa se sumó muchísima gente desde puntos muy diversos sin importar la distancia. El propio Varela, me escribió agradecido y honrado. También fue muy simpático ver cómo a los perfiles sin rostro (perfiles falsos que crea la Seguridad del Estado) les ordenaron reproducir nuestro hashtag para desvirtuar el sentido original de la iniciativa. No importa. Contribuyeron a volverlo tendencia en las redes y nos sirvió para hablar de una Cuba diversa, donde cabemos todos. Podemos aportar entre todos para conquistar, desde la razón y la paz, una nación próspera, verdaderamente martiana, inclusiva, más justa, con respeto a los derechos y las libertades por las que murieron tantos en el pasado. Y lo haremos.
El diálogo que tanto proclamamos y que hoy se sigue negociando, en realidad ya comenzó. Y es un diálogo con Cuba, con el exilio, con nuestros abuelos, con los estibadores del puerto, con los maestros y médicos que hoy están llenos de incertidumbres. Un diálogo con el archipiélago, que también incluye al que decidió o pudo emigrar.
En su muro de Facebook, dijo que estaba dispuesto a sentarse a intercambiar con Miguel Díaz-Canel. ¿Si eso llega a pasar, qué no dejaría de decirle?
Si mañana me sentara con el presidente, elegido por 603 diputados, lo primero que le preguntaría sería: ¿Ya leyó está entrevista?
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