En política, la comunicación es un prado donde florecen los eufemismos, una figura que trata de suavizar expresiones o ideas que de manifestarse de manera directa y al duro podrían tener un efecto contraproducente en los destinatarios.
La manipulación de símbolos y el uso de eufemismos son mecanismos del lenguaje para ejercer control ideológico, o en el mejor de los casos para maquillar o adornar realidades incómodas.
Los eufemismos sirven para evitar expresiones o palabras ofensivas o hirientes para grupos de individuos. En política son comunes para camuflar o hacer que suenen mejor las decisiones impopulares, edulcorar declaraciones amargas, o para reducir el impacto de malas noticias como una crisis económica, o de políticas que han fracasado.
El uso de eufemismos es común a toda comunicación política, sea propia de una democracia o de un régimen totalitario como el cubano. La diferencia es que en una democracia que atraviesa una crisis económica, el gobierno habla de “desaceleración económica” o “crecimiento negativo”. Pero en un régimen totalitario, el eufemismo lo dice el gobierno, el partido, el sindicato, las “organizaciones de masas”, la prensa y todas las instituciones y funcionarios que participan de la matriz de poder, y todos le llaman “coyuntura”.
“Aquí no hay espacio para el cansancio ni para el acomodamiento, hay que seguir trabajando, y juntos vamos a salir de todos los ‘líos’ que marcan el actual escenario del país”, aseveró el mandatario Miguel Díaz-Canel, según Cubadebate.
El mismo mensaje, con un ligero cambio, fue reproducido en la cuenta de Twitter del mandatario: “Aquí no hay espacio para el cansancio ni para el acomodamiento, hay que seguir trabajando, y juntos vamos a salir de todos los complejos problemas que marcan el actual escenario del país”.
Lo que en Cubadebate eran ‘líos’ en la red social del gobernante Díaz-Canel pasa a llamarse ‘complejos problemas’. Pero antes fue una "coyuntura" o un "período especial". En cualquiera de los dos casos, nos encontramos frente a esa inclinación del lenguaje político al eufemismo cuando tiene que hacer referencia a un tema que desgasta la imagen, o incomoda a la cúpula en el poder.
¿A qué se refiere Díaz-Canel cuando habla de “líos” o de “complejos problemas”? Evidentemente se refiere a la crisis sistémica que sacude al régimen, tras el fracaso del proyecto político que lleva más de sesenta años en el poder y no ha conseguido más que empobrecer material y espiritualmente a una nación.
Se refiere a la otra Cuba que está ganando la batalla de la comunicación y la visibilidad porque habla directo y claro, sin eufemismos. Se refiere a la “tarea ordenamiento”, eufemismo para una política de unificación monetaria y eliminación de subsidios estatales. Se refiere al desánimo que cunde en las “trincheras de ideas” ante el pecho descubierto del Movimiento San Isidro (MSI) y el grito de Patria y Vida.
Se refiere al desabastecimiento en las farmacias, al aumento del coste de la vida, a la pérdida de poder adquisitivo, al empobrecimiento creciente de amplias capas sociales, al hundimiento de la economía, no por el coronavirus o Trump, sino porque llegan 25 años tarde y mal a implementar unas políticas que liberen las fuerzas productivas y que creen riqueza. Se refiere a la materialización de los “lineamientos”, que les ha quedado un pan como unas hostias.
Y por supuesto, los líos y complejos problemas también se refieren a las campañas desestabilizadoras que promueven “enemigos externos” a través de sus “mercenarios” y “terroristas” que intentan dar un “golpe blando” y a los que ellos amenazan con “regular” o machetear, porque son “poquitos”. Al descrédito cada vez mayor del régimen ante la comunidad internacional, al hundimiento de Venezuela y las reticencias de otros socios, más o menos próximos, a estrechar la mano de una “continuidad” que empuña temblorosa la tonfa y escudriña furtiva los bolsillos de cuanto ingenuo se acerque a estudiar su “Cartera de Oportunidades de Inversión Extranjera”.
En este remolino que ha caído el régimen cubano se producen muchos “daños colaterales” por el “fuego amigo”. Díaz-Canel es el primero que se la pasa disparándose al pie. Pero es que de Granma al Ministerio de Cultura, del MININT a la Casa de las Américas, están todos en una “operación militar” en la que no paran de clavarse sus propios sables. Y mientras tanto, ante la arenga al “pueblo revolucionario”, crece el sentimiento entre los cubanos de que están siendo utilizados como “escudos humanos” para evitar un cambio que afectaría los intereses de “la élite dominante”.
“Vamos a seguir guapeando, vamos a seguir trabajando, vamos a seguir venciendo”, aseguró Díaz-Canel recientemente. Pero la sensación de que este “período especial” será el último y definitivo empieza a tomar forma en la mente de gobernantes y gobernados. Ha llegado un himno como Patria y Vida, y los cubanos se han sentidos llamados a exigir un cambio como nunca antes, a pasar página de una historia recitada al compás de consignas como Patria o Muerte. Esto “se acabó”, piensan unos y otros.
El régimen sabe que no puede seguir guapeando, que su guapería siempre fue barata y por ello la adornaron de tan gloriosa épica, hoy patética. Ni van a seguir trabajando, cosa que no saben ni lo que significa, acostumbrados a su parasitismo improductivo. Ni van a seguir venciendo, porque no hay guerra, no hay enemigos, salvo la guerra de ellos contra la democracia y la libertad, y contra los cubanos que avanzan hacia esa meta de manera noble y pacífica.
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