Seis días en huelga de hambre. Ya habíamos convencido a Maykel para que empezara a beber agua y estábamos intentando convencer a Luisma.
Él decía que todavía podía aguantar. Le ponían toallas mojadas y metía los pies en agua para que por lo menos así pudiera hidratar un poco el cuerpo; apenas podía hablar, la cara la tenía muy demacrada, la delgadez era evidente.
Por primera vez estuvo también la madre de Luisma, estaba muy alterada por todo lo que estaba pasando, insistió en que Luisma abandonara la huelga, pero él le explicó que no lo iba hacer. El momento fue de mucha tensión para todos: era una madre suplicando a su hijo de la forma que sabía hacerlo. Habían ido con ella el tío Enix y sus dos hermanas, finalmente todo se tranquilizó y ella se fue más tranquila de como llegó. Fue un alivio para todos ver que todo acabó sin problemas.
Ese martes fue de visita familiar. A la casa llegó la madre de Adrian, él estaba muy ilusionado ese día, los hijos de Anyell estaban bien cuidados y además enviábamos comida para ellos también con ayuda de los hermanos del exterior que se solidarizaron con la causa. Gracias a todos ellos pudimos sortear la censura de internet y también a Jorgito que nos ayudó mucho.
Luego supimos que la Seguridad del Estado había llamado a todas las madres diciendo que fueran a mediar para sacarnos de allí, si no lo iban hacer a la fuerza.
Mi madre fue la primera en llegar con un video montaje mal hecho de Denis Solis que, en cuanto lo vimos, nos empezamos a reír por la ridiculez de llamar terrorismo por nueve coronas que iban a poner en la estatua de José Martí en el Parque Central.
Ella contó que los de la Seguridad le habían dicho que cuando nosotros viéramos ese video íbamos a abandonar la huelga porque Estados Unidos hacía rechazo a todo acto terrorista, ¿desde cuando lo que pasaba allá adentro tenía ver con los norteamericanos? ¿Y desde cuándo las flores hechas coronas con frases martianas es considerado terrorismo? Dejo esto a vuestro análisis.
Al final de la tarde todos se habían ido y quedamos un poco más tranquilos.
Anamely Ramos y Omara Ruiz Urquiola habían escrito una carta a la iglesia Católica; la prensa internacional ya se estaba haciendo eco de lo que allí sucedía, pero la dictadura comunista cubana seguía mintiendo y llamándonos mercenarios, que todos éramos pagados por el imperio y que todo era organizado desde allá, como si nosotros hubiéramos sido los que encarcelamos a Denis Solis.
Estando arriba en el colchón sentí ruidos y cuando miré vi a Katherine abrazada a alguien y llorando. Alguien que había podido pasar aun con los nervios alterados por la emoción empezó a saludar a todos, Luisma, metido en su colchoneta tapado con una sábana empezó a llorar; el muchacho se acercó, lo abrazó y ahí estuvo con él hablando, luego fue a saludar a todos los demás.
Increíblemente Carlos Manuel Álvarez, el director del medio digital El Estornudo, había podido burlar el cerco y entrar; venía con la intención de quedarse y vivir, como nos dijo, la experiencia de estar en el único territorio libre de Cuba en esos días.
Carlos Manuel venía de Estados Unidos, era amigo de Luisma, Katherine y creo que de Anamely también. Yo había oído hablar de El Estornudo pero no conocía a los que lo administraban. Lo que más nos alegraba era que había otro periodista que podía seguir contando lo que allí sucedía, además de Esteban y yo. Mi debilidad iba aumentando y no me sentía con fuerzas para hablar mucho, aunque siempre guardaba las energías para momentos como ese que tenía que transmitir.
El nuevo inquilino tenía que adaptarse a la situación que allí teníamos y se puso manos a la obra, hablando con todos, tenía cobertura máxima desde CiberCuba para transmitir los mensajes a los cubanos y nos contaba a nosotros el despertar del exilio a raíz de nuestra resistencia contra la tiranía.
La madre de Óscar volvió ese día para seguir viendo nuestro estado de salud. Las condiciones de Luisma no eran las mejores, Maykel ya estaba bebiendo agua pero continuaba débil, Abu rezaba, Yasser meditaba y Anamely tenía algo en mente que lo tuvimos que llevar a discusión por lo que ella representaba en la casa. A partir de ese día se sumó a la huelga de hambre.
Óscar Casanella abandonó la huelga de hambre y decidió irse al lado de su esposa e hijo. Habló con todos nosotros, nos contó la situación por la que estaba pasando y lo entendimos, aprovechó que su madre y padre estaban ahí para irse con ellos.
Al salir los represores de la Seguridad del Estado aplaudieron en forma de triunfo como parte de su estrategia malévola. Para los represores que uno de nosotros abandonara la huelga no era de importancia, les daba igual que muriéramos, lo que querían era que abandonáramos la casa de San Isidro y con Óscar lo celebraron.
Esa noche todos dormimos con una nueva persona en la casa que vino para quedarse, pero que con su llegada le dio una excusa a la dictadura para lo que vino después.
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