La mayoría de los cubanos podría tomar café sin necesidad de hacer largas colas, en 2030, según un programa gubernamental que sitúa a Santiago de Cuba como locomotora cafetalera, para autoabastecerse y exportar, quimeras recurrentes en el imaginario castrista.
El periódico Granma hizo un relato de la recuperación cafetalera que pudo titular "El andarín Rondón acechado por enemigos", que es el ingeniero encargado del tema, en la provincia de Santiago de Cuba, y que se anduvo por las ramas de los arbustos que controla porque la crónica acota que la estrategia dará frutos "en la medida de lo posible", aunque "no es una quimera"; rara pieza alejada del habitual triunfalismo propagandístico que comenzó con los ¡van van! de diez millones de toneladas de azúcar.
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Un buchito de café forma parte de la afectividad de la mayoría de los cubanos, como reconoce Granma, que despide perfume cafetero en su reportaje, pero repite el esquema fallido y habitual para intentar explicar lo que ya explicó, en un arranque de sinceridad, Raúl Castro Ruz: Un vietnamita me comentó, extrañado, que le pidiéramos ayuda para producir café, cuando fuimos nosotros quienes le enseñamos a cultivarlo... el bloqueo, habría dicho el cubano que pidió ayuda, ironizó el General de Ejército.
Como en todo sainete castrista no faltaron las deficiencias que aún ¿subsisten? como el éxodo de la población serrana, la indisciplina tecnológica, el déficit de insumos, sequías prolongadas y huracanes, la lucha frente a plagas introducidas por el enemigo como la broca (insecto) y el deterioro notable de caminos y el transporte las montañas orientales.
Pero Granma añade otras razones: "De las carencias que esta pandemia ha provocado, por los cierres que puso al intercambio comercial de los países, y por los golpes duros que ha propinado al bolsillo de la nación –el mismo para todo lo que tiene que comprar–, la del café se ha sumado a esa lista de productos que se echa de menos varias veces un mismo día; y aunque el esfuerzo es colosal para atenuar su presencia irregular, el trance nos recuerda cuánto urge que la isla se sacuda de una vez la dependencia de la importación de un grano que tiene aquí –porque lo tuvo antes– condiciones para obtenerlo en cantidades y calidades con mejores respuestas a la necesidad nacional".
André Breton, Luis de Góngora y Ramón Grau San Martín conservan una rara influencia en el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC) para tormento de los académicos de la lengua y de los lectores amantes el español que -hace rato- dejaron de creer en Granma y otros medios anticubanos que paga el Buró Político.
El ingeniero Jorge Luis Rondón Borges, que es el jefe del café, cacao y apicultura en la provincia santiaguera, calculó que, en 2030, Cuba deberá alcanzar las 30 mil toneladas del aromático grano, que le permitan autoabastecerse, sustituir las ocho mil toneladas que importa actualmente y "disponer de un significativo volumen exportable, cuya calidad tribute ingresos en moneda libremente convertible".
Cualquier cubano de mediana edad recordará las letanías castrista con la exportación de rubros tan diversos como el plátano microjet, levadura torula, zeolita, carne de res y mariscos que -según el ministro Sobrino- los cubanos no deben comerse para, con el dinero recaudado, comprar la leche de los niños; solo le faltó añadir que, eliminando mariscos y carne de vaca de la dieta del pueblo que nació para vencer y no para ser vencido, los niveles de ácido úrico descienden a índices homologados por organismos sanitarios del mundo.
El Comité Central del PCC sigue dando muestras de debilidad ideológica al no rematar adecuadamente sus argumentarios, como les enseñó el Comandante en Jefe, que una vez se puso a calcular el número de enfermos de cáncer de pulmón, asma y otros trastornos respiratorios causados por las guaguas Ikarus y toda aquella chatarra tecnológica Made in CAME.
Una vez que el PCC decidió abordar la recuperación cafetalera debió aprovechar para que Granma comentara las virtudes de no tomar café que -como todo estimulante- puede generar trastornos de ansiedad y desvelo en los cubanos, incluidos los pequeños burgueses que se empeñan en mezclarlo con leche para desayunar y -especialmente- los oligarcas que lo acompañan con pan y mantequilla.
Mientras transcurran estos dos quinquenios de probable aunque no quimérica recuperación cafetalera, el exótico café en dólares con precios de Turquino, debe reservarse para las pupilas insomnes de la patria y pedir al cederita Gerardo Hernández Nordelo que se sumerja en la espesura y regrese cargado de Bejuco Ubí, Caisimón de Anís y Cundeamor; cuyos cocimientos con unas goticas de limón criollo, obligarán a Cuba a seguir añorando a Mamá Inés.
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