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Un amplio reportaje publicado este jueves por BBC News se centra en el llamado "Síndrome de La Habana", las misteriosas afectaciones de salud padecidas por más de 130 miembros del personal estadounidense en el extranjero durante los últimos cinco años.
La investigación periodística, firmada por el corresponsal de la agencia inglesa para asuntos de Seguridad, Gordon Corera, ha salido a la luz la misma semana en que el exembajador de Cuba en Estados Unidos y actual director del Centro de Investigaciones de Politica Internacional, José Ramón Cabañas Rodríguez, volviese a negar la existencia de los presuntos ataques y achacase los síntomas reportados a "una alta tensión psíquica y emocional".
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El artículo, titulado "El Síndrome de La Habana y el misterio de las microondas", hace una detallada historia de lo que primero fue considerado un posible ataque sónico antes de que la evidencia acumulado llevara a los investigadores a explorar la tesis de un ataque con microondas, tema sobre el que la desaparecida Unión Soviética llevó a cabo numerosos experimentos durante la Guerra Fría.
Durante más de 20 años, por ejemplo, la embajada estadounidense en Moscú, situada en un edificio de 10 pisos de la calle Novinsky Boulevard, estuvo bañada por un haz ancho e invisible de microondas de bajo nivel, que era conocido como "la señal de Moscú". Durante muchos años, la mayoría de los que trabajaban en el interior no sabían nada al respecto.
La señal provenía de una antena en el balcón de un apartamento soviético cercano y golpeaba los pisos superiores de la embajada donde se realizaba la oficina del embajador y el trabajo más sensible. Fue detectada por primera vez en la década de 1950 y luego monitoreada desde una habitación en el décimo piso. Pero su existencia era un secreto muy bien guardado por unos pocos que trabajaban en su interior.
A mediados de los años 70, el nuevo embajador estadounidense, Walter Stoessel, divulgó la información entre el personal de la embajada, pero el Departamento de Estado restó importancia a cualquier riesgo.
Hasta que el propio Embajador Stoessel cayó enfermo, con sangrado de los ojos como uno de sus síntomas. En una llamada telefónica de 1975 al embajador soviético en Washington, ahora desclasificada, el secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, relacionó la enfermedad de Stoessel con las microondas y admitió que "estamos tratando de mantener el asunto en silencio". Stoessel murió de leucemia a los 66 años. "Decidió jugar al buen soldado", y no armar escándalo, declaró su hija a la BBC.
A partir de 1976 se instalaron pantallas en la Embajada para proteger a las personas. Pero muchos diplomáticos se enojaron, creyendo que el Departamento de Estado primero se había mantenido callado y luego se había resistido a reconocer cualquier posible impacto en la salud de sus empleados. Esta afirmación se ha repetido décadas después con el Síndrome de La Habana.
Varios expertos entrevistados por la BBC han declarado que potencias como China y Rusia llevan décadas investigando el impacto de las microondas en el cerebro humano. Pero también se preguntan si la disrupción y la propagación del miedo no podrían haber sido otro de los objetivos de un presunto ataque.
Bill Evanina, un alto funcionario de inteligencia cuando surgieron los casos de La Habana y ex jefe del Centro Nacional de Contrainteligencia y Seguridad, tiene pocas dudas sobre lo ocurrido en La Habana. "¿Fue un arma ofensiva? Creo que lo fue", declaró a la BBC.
El análisis del contexto cubano del Síndrome es fundamental. Situada a apenas 90 millas de la costa de Florida, Cuba ha sido durante mucho tiempo un sitio ideal para recopilar "señales de inteligencia" interceptando comunicaciones.
Durante la Guerra Fría, fue el hogar de una importante estación de escucha soviética, situada en la base de Lourdes. Cuando Vladimir Putin lo visitó en 2014, varios informes de la inteligencia occidental sugirieron que se estaba reabriendo. Los rusos enviaron recientemente 30 oficiales de inteligencia adicionales a la isla. China también ha abierto dos sitios de escucha en los últimos años, dijo una fuente a la BBC.
En 2015, con su embajada recién inaugurada y una presencia reforzada, Estados Unidos empezó a recolectar inteligencia y a hacer retroceder a los espías rusos y chinos. Se trataba de una batalla campal encubierta, a la sombra del restablecimiento de relaciones. Fue entonces que varios diplomáticos y agentes de la CIA asignados en La Habana empezaron a notar los síntomas: intensos dolores de cabeza, zumbidos, mareos, falta de equilibrio y concentración.
"¿Quién se benefició más del cierre de la embajada en La Habana?", se pregunta Evanina. "Si el gobierno ruso estaba aumentando y promulgando su recopilación de inteligencia en Cuba, probablemente no era bueno para ellos que Estados Unidos estuviera en Cuba".
Casi todas las investigaciones periodísticas recientes apuntan a la misma conclusión: Moscú fue el principal beneficiado de todo lo que sucedió a raíz de los ataques.
A finales de 2018, otro importante medio de prensa estadounidense, la revista The New Yorker, vinculó a Alejandro Castro Espín, hijo de Raúl Castro y hasta entonces jefe de la Comisión de Defensa y Seguridad Nacional, con el "Síndrome de La Habana" y los presuntos ataques.
En octubre de 2020, otra investigación del diario The New York Times reveló nuevos detalles del Síndrome, que apuntaban a una presencia de la inteligencia rusa en La Habana.
Rusia ha rechazado repetidamente las acusaciones de estar involucrada o de haber "dirigido armas de microondas" contra diplomáticos o agentes norteamericanos.
El reportaje de la BBC también revisa la tesis del stress o la histeria colectiva, con la que Cuba ha tratado de contener las crecientes evidencias.
El reciente artículo de Cabañas Rodríguez, por ejemplo, no hace mención de un aspecto crucial de las recientes investigaciones: el informe de diciembre de 2020 de las Academias Nacionales de Ciencias de EE. UU., en el que expertos recogieron evidencia de científicos y médicos, así como de ocho víctimas. "Fue bastante dramático", recuerda a la BBC el profesor David Relman, de Stanford, quien presidió el panel. "Algunas de estas personas estaban literalmente escondidas, por temor a nuevas acciones en su contra por parte de quienquiera. En realidad, teníamos que tomar precauciones para garantizar su seguridad".
El panel examinó las causas psicológicas y de otro tipo, pero concluyó que las microondas dirigidas, de alta energía y pulsadas eran probablemente las responsables de algunos de los casos.
La conclusión de la BBC es que la teoría de que los comprobados daños cerebrales podrían ser productos del stress no se sostiene.
En lo que parece ser la primera mención detallada a la nueva evidencia recopilada por las agencias estadounidenses de inteligencia, el periodista de la BBC cuenta que entre los nuevos datos sobre casos recientes, recopilados y analizados de forma más sistemática por primera vez, hay evidencia clínica incontrovertible.
"Algunos de los casos de este año -escribe- mostraron marcadores específicos en la sangre, lo que indica una lesión cerebral. Estos marcadores desaparecen después de unos días y anteriormente había pasado demasiado tiempo para detectarlos. Pero ahora que las personas están siendo evaluadas mucho más rápidamente después de informar los síntomas, se los ha visto por primera vez", señala el reportaje.
En medio de críticas por la mala gestión y atención médicas de los casos, el presidente Joe Biden pidió en agosto a las agencias de inteligencia que elaboren un informe conclusivo para determinar las causas del controvertido Síndrome.
La actual administración demócrata ha triplicado el volumen del equipo médico involucrado en la investigación y recientemente nombró a un oficial veterano de la CIA que dirigió la búsqueda de Osama bin Laden para encabezar el grupo de trabajo a cargo de la investigación.
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